Replicas morais, Por Juan José Millás

No sabíamos que fotografía escoger para señalar que los terremotos provocan réplicas morales en lugares muy alejados de su epicentro geográfico, cuando tropezamos con la de este señor, de nombre José Ignacio Munilla, de profesión obispo, de facciones blandas, de dedos cortos (aunque gruesos), de comunión diaria y de aspecto general de exorcista. Aunque la imagen está tomada a los cuatro días del terremoto de Haití, no observan en el rostro de Munilla expresión alguna de dolor, lo que desmiente la teoría del Cuerpo Místico, según la cual todos estaríamos conectados, de modo que cuando se te cae la casa encima a ti, se me rompen las vértebras a mí. Nada de eso. Yo mismo tuve que enterarme por la radio. ¿Cómo es posible que suceda una catástrofe de ese calibre allí y no sintamos una pequeña sacudida aquí? La rabia de no haber perdido el apetito (y de que nadie lo perdiera a mi alrededor) me hundió en la miseria. Pero entonces pensé que la empatía nace precisamente de la perplejidad de la razón ante la ausencia de dolor frente al sufrimiento ajeno.
El conocimiento de que alguien idéntico a ti agonice bajo una montaña de cascotes sin que tú tengas siquiera un pequeño ataque de asma resulta intelectualmente insufrible. Ahí es donde aparece la solidaridad, que nos empuja a socorrer al desfavorecido. A menos, claro, que aparezca Munilla para poner orden en nuestras emociones. Total, que estábamos a punto de hacer una transferencia cuando, gracias a sus palabras, comprendimos que los desgraciados éramos realmente nosotros. Muchas gracias, obispo.

El País Semanal, 07-Fev-2010 

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